viernes, abril 11

el panc

Azúcar es el único punk de Maciá. Caminaba en las siestas de invierno, con viento y entre el barro, un frío de perros. La única persona afuera de su casa tenía las crenchas hasta la cintura (a todo esto tiene rulos, rulazos larguísimos), la ropa rajada, los borcegos rajados, los guantes de cuero y sin dedos (los guantes).
Comenzamos a ser amigos porque yo iba al colegio con su hermano, Emanuel. Emanuel es muy bueno, yo no lo conocía mucho pero lo admiraba. Emanuel dijo: si me va mal en la prueba de Historia, me paso a la Agrotécnica. Le fue mal y dejó a sus amigos, a los protomillonarios pueblerinos que lo hostigaban por ser pobre y se fue a la agro, a ser libre como una liebre. Juntos, tienen otro hermano que se llama Pájaro que un día llevó a un guiso (en verano, asados/en invierno, guisos) una carne de procedencia dudosa que nadie comió por miedo a que fuera de gato.
Azúcar tenía una banda de covers con el Colo Leiva, EL metalero, fanático de los libros de Lovecraft; Fausto Brown, uno de mis maciaenses favoritos, émulo de Kurt y también con Lucas Orsini, que era más bien un Gustavo Cerati más sensible. Áspero, el rock de Maciá.
Se juntaban a tocar en los Maciá Rock, unos eventos a los que nadie, salvo los seguidores de Híbridos, la banda del Noly Perlo (o el Lito Nebbia del Litoral) y la Colo Paccor, heredera de una gran tienda de electrodomésticos. Híbridos es una banda de mierda.
Lo bueno de la de Azúcar, que no me acuerdo cómo se llamaba, era la parte en la que él cantaba. Rodeado de los que se creían rockeros en el pueblo, la élite que tenía acceso a discos de Fito Páez y Memphis la Blusera, agarraba su guitarra, la tocaba para el orto y los puteaba, uno por uno, una lista de los campesinos soberbios, tratando de rimar sus nombres.
El otro día iba en el 86 para La Boca y lo veo en bicicleta. Se había cortado el pelo y tenía una remera del Principito. Lo saludé tanto con la mano que me tendría que haber bajado y llegar tarde a no sé qué.