martes, septiembre 23

como el chino de floresta

Otra vez me mudo a una casa que no es mía.
Cargo cosas y acumulo lo que vendría a ser la mitad de mi patrimonio en un pasillo, en el descanso de una escalera, en la camioneta de un viejo rengo.
Adiós amigos.
Adiós gata desagradecida.
Cuando voy en colectivo, y especialmente de noche -cuando más se notan las luces, las teles y la gente cenando- miro como todos viven felices en sus casas, en sus viejos edificios reciclados y los quiero prender fuego.
Prendería fuego todas las bellas casitas que no son mías.
Y a los hermosos edificios ocupados por asociaciones de jugadores de ajedrez o de criadores de caballos de carrera también los prendería fuego.