Maravilloso moverse en moto las primeras noches de frío en Lanús. Pasar por el kiosco y comprar casi veinte pesos en chocolates y jugar al scrabble, tema
palabras inventadas sólo en castellano. Sí maravilloso tener a la estufa humana quemándome la espalda y sacarla a las patadas con los ojos cerrados a eso de las cuatro. Pero lo más oh maravilloso es pasar por la casa de Hache, a quien no vemos hace exactamente dos meses, y saber qué cosas le están ocurriendo, como por ejemplo, que se le pinchó la rueda trasera izquierda del auto o que se olvidó de apagar las luces de afuera, que llega a las ocho de la noche y que a las nueve de la mañana ya no está.