miércoles, octubre 10

Entregaría el trabajo de taller y me tomaría el palo. Me rehúso rotundamente a escribir sobre política.
Tampoco quiero trabajar nunca más. Ser encargada de algo completamente intrascendental es una mierda.
Mi trabajo consiste en atender a caretas que se quieren comprar ropa. Pero no hombres, sólo mujeres caretas. Entonces las atiendo. A veces no se prueban lo que compran, pero en la mayoría de los casos, sí. Generalmente me tocan forras empastadas hasta la cabeza que balbucean. Esas me divierten, porque tengo paciencia. Trato de identificarlas apenas entran al local y voy y las saludo. "Lo que precises, avisame".
Ulanovsky escribió un libro sobre el lenguaje y en una parte menciona el de shopping y es verdad, yo en vez de decir "de nada" digo "por nada" y uso las palabras "precisar", "impecable" y "confección". Hay otras que Ulanovsky no debe conocer: como que "mansa" se refiere a la boluda que se prueba todo pero que claramente tiene decidido no llevar nada, de entrada.
Bueno, entonces con las locas. Una clienta mía, que se llama Stella Maris, siempre que entra al local (tres veces por semana) me habla como si no me conociera, siempre. Me dice "a mí me atiende una chica acá que no me acuerdo cómo se llama" y la atiendo yo, siempre, todas las veces.
Otra se llama Sofía Katz y es sorda y cada tanto dice que está ciega. Es petisa, con cuerpito de criter y el pelo colorado. Siempre va a quejarse porque algo se le destiñó o se le acortó o se le perdió. Y grita, porque a veces es sorda. Igual a mí me quiere bastante, una vez me sacó una foto con el celular porque quería llevársela al peluquero para que le haga ese corte de pelo. Y tiene una hermana gorda que siempre se viste de rosa.
También atiendo a Mariela, que es dueña de un local de ropa en avenida Alvear, y siempre me lo recuerda. Importa los jeans de Victoria Beckham, con strass y costuras doradas. Casi nunca encuentra algo que le guste porque ella es más de usar todo ajustado y escotado y rebalsado. Es muy simpática, me cae bien.
Después atiendo a dos hermanas: Celeste y Florencia, pendejas, de mi edad. Celeste estudia ingeniería y le va para la mierda porque es un descontrol. Son las únicas chicas chicas que atiendo. A las demás no las soporto, tienen un timbre de voz muy de ese barrio, muy de "me rateé del san martín de tours". Tampoco atiendo a las paranoicas que transpiran y a las antipáticas, salvo a esta forra que nunca me reconoce que la odio pero nadie la quiere atender y me la adosan a mí. Y con las que recién tuvieron hijos se me complica, porque están muy acomplejadas.
Bueno básicamente eso, que quiero que me subsidien de por vida por hacer algo.

2 comentarios:

moi dijo...

en ese lugar que algunos llaman primer mundo, existen subsidios de desempleo muy altos, adem�s de todos los otros que quiz�s son un poco m�s merecidos.
me explic� una vez un profesor, que all� entendieron que, para ser un miembro activo del sistema, no es necesario estar produciendo sino que, lo fundamental, es consumir. entonces a todos los barriletes les dan una cierta plata por mes para que subsistan, cuando en realidad les pagan para mantener el circuito econ�mico en funcionamiento.

qui�n habr� mandado a nuestros abuelos a esta cuna de adoquines, la verdad.

Lautaro dijo...

el hambre por ahí, las aventurás por allá


en suecia o suiza o un lugar del orto así, tienen subsidios para las banditas. O sea no sólo por desempleados, sino por "músicos".

por eso se explica que haya dos millones de bandas chorongas indie una detrás de la otra de flacuchos de piel rosa y anteojos de marco grueso