Hay algunas cosas, como ciertas bandas o Jack Kerouac, que me amargan tan bien, desde la identificación (o no) y me hacen tanto ruido que los tengo que ir a ver otra vez o releerlo.
Desde que me acuerdo que la mayoría de las bandas que me gustaron, lo hicieron desde la identificación. O desde el placer que me da ir a verlos y que me hagan volver pateando a casa comiéndome la cabeza con el peso de alguna existencia (propia o ajena), pensando en las cosas que me perturban y que necesitan explotar para algún lado medio pelo, como esto que estoy escribiendo.
Generalmente lo que más me perturba es el amor o el desamor. El amor es terrible, nunca me cierra del todo. El horror de la incertidumbre aplicada al amor o a la calentura al menos, es lo más tortuoso de la noche.
Entonces algunas bandas lo potencian. Y Jack Kerouac también ahí, ese viejo de mierda con su melancolía rusa del orto.
Huevos de toro, de Ralf König
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1.
Otra de Konrad y Paul. Acá Paul se obsesiona con un obrero español,
mientras Konrad se enamora de su joven alumno de piano. Creo que es la más
porno...
Hace 4 meses
1 comentario:
sí amiga.
así caca es.
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