Llegué el sábado, después de un viaje con sol y calor y bichos estrolados contra el parabrisas y mi tía que iba muy rápido. Mi abuela había hecho empanadas caseras. Estábamos casi todos: la tía Moni con su hija punk con extensiones (Sarita), el tío Negro con Enrique y Roberta (mis primos más chiquitos), mamá con Camila y el papi y la mami (aka mis abuelos). Ah también estaba Pelito, el hijo menor de mi tío Nando. Entonces comimos como enfermos, mostré los aparatos a tooooooodos, contamos cuentos de terror y les confesé que en mi cuarto, unos años antes, había jugado al juego de la copa y que se me había aparecido el espíritu de un nene de tres años asesinado por su mamá.
Mi tía Carola, que suele ver fantasmas y enanitos que en realidad no están (o duendes), me juró que ese nenito algunas noches la llama o le tira de los pies.
Y después me fui a lo de Magalí, que es mi mejor amiga maciana, a tomar unos aperitivos. Más tarde caminamos hasta el club Atlético (punto de partida obligado en la noche del pueblo) donde me encontré con mi hermano que está muy muy alto. Le compré una coca y quedamos en encontrarnos en Golden Disco, que es el único boliche del pueblo, comandado por las dos tortas del pueblo (Colo Paccor y Walkiria) y su séquito de cachivaches, las hermanas Barboza. Golden es un desastre; la seguidilla de estilos musicales es el siguiente: madonna kylie y derivados+rock nacional (con los fabulosos cadillacs como banda fetiche de absolutamente todo el pueblo)+ electrónica de hace siete años+machito ponce, vilma palma, b52's+reggaeton y cumbia muuucha muuucha cumbia hasta el final de los días de los maciaenses.
(Cuando todavía vivía allá, querer salir era muy tortuoso. Pero ahora me la banco porque es el único lugar en el que puedo encontrar a todas las personas que conozco todas juntas)
Entonces a eso de las cinco volví a mi casa, pateando cuatro cuadras, pero de las largas con descampados tétricos.
El domingo hice un esfuerzo y me levanté temprano, a eso de las once. Saludé a mamá, a tías y abuela y me fui a hacer los mandados a lo de la Juanita, que es la almacenera del barrio. Estuve en su casa mucho tiempo charlando. Me levanta el ánimo porque siempre me dice que estoy flaca y linda y buena. Mi abuela, sin embargo, ante todo me dice que estoy gorda. Pero cuando me voy me elogia el pelo y el cutis.
El tío Negro estaba preparando el asado, mi abuelo leyendo el diario y mis primos viendo una película de Nicholas Cage. Ya estaban todos en casa y es antes de comer cuando me inflo de bienestar y tranquilidad y estoy feliz feliz.
Comimos, entonces, el asado con las ensaladas características que acompañan el asado pero no sólo eso: para después del asadito mi abuela había hecho ravioles! Comí un plato de cada. Delicioso. En la mesa hubo debates legendarios en los que, por suerte, fui muy pocas veces mencionada. Porque al ser la mayor de las nietas y de todo, soy el foco de los consejos y las recomendaciones y las críticas constructivas.
Y de postre: budín de pan con manzana y banana, más heladoooooooo! Fui muy dichosa en el almuerzo.
A la siesta no suelo interactuar demasiado cuando las mujeres se reúnen abajo de los pinos a hablar de un montón de cosas, también huyo del malón de niños que pulula en todos lados. Generalmente me siento con mi abuelo en el jardín de adelante y no hablamos mucho("el estudio?" "y la verdad que bien", "el trabajo?" "como siempre" "mmm" "mmmm") y listo, el resto es telepatía científicamente comprobada.
Dormí un ratito la siesta en el sillón del living y llamé a Maga para que merendemos. Fui a la casa y me comentó de una muestra de cuadros de arrrrtistas locales. Entonces fuimos y me encontré con los literatos maciaenses, como Griselda Asmus (mi profesora de literatura) y charlamos largo rato hasta que empezó algo que Magalí no me había mencionado: ¡el coro local interpretando canciones de Los Plateros! Fue "oooonly yooouuuu (only youu only youu)" y también su versión en castellano y otros clásicos. Imperdible! La voz de la mamá del Caco Bictori: la mejor.
Y no sólo eso! A la noche se inauguraba el Monumento a la Madre (que ya existía pero estaba puesto en un lugar que siempre lo chocaban con los autos o camiones), con su respectiva fuente de aguas casi danzantes!!! Claro que fui, todo el pueblo tenía que ir. Hubo un desfile que representaba las madres célebres maciaenses (las descendientes de alemanes, las madres de combatientes en malvinas, madres de profesionales...) y luego una señora leyó una poesía sobre las mamás y se largó a llorar. Todos estábamos emocionados, de verdad lo digo. Y despuéssssssssssss, activaron la fuente (que según me contó Magalí, costó mucha plata) y tiraron fuegos artificiales, donados por no sé quién. Ahhh fue espléndido, todo el pueblo junto celebrando cositas, todos contentos y limándola.
Luego del idilio maternal, nos fuimos al club a comer una pizza con sprite y limón. Hasta que nos dio frío y cada una se fue para su casa, muy muy felices de habernos visto.
Llegué a casa, charlé con mi abuela que es una masa y me acosté a dormir.
Al otro día me volví a Buenos Aires y fue terrible.